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  • Rodolfo Herrera Bravo

7 Lecciones para tiempos de pandemia

Actualizado: 22 nov 2020


Llegó de forma repentina y violenta, y nos pilló desprevenidos y frágiles. Ahora nos está golpeando durísimo a nivel mundial y cuando la superemos, sus secuelas necesariamente nos cambiarán individual y colectivamente. Estamos viviendo una pandemia y, al igual como ocurrió con la peste negra, la viruela, la gripe española o el VIH, el virus Covid-19 también nos forzará a cambiar significativamente nuestra manera de relacionarnos.

Por ejemplo, tras la peste negra del siglo XIV, murieron 200 millones de personas, desapareció el comercio y Europa demoró más de un siglo en recuperarse. Con la viruela, en el siglo XVI, los nativos en América fueron diezmados y ello facilitó la conquista. En 1918, la gripe española -que cobró más de 50 millones de vidas-forzó a modernizar los sistemas sanitarios ante la desigualdad social que dejó en evidencia. Por último, hace menos de cuarenta años, el VIH llegó para cambiar costumbres y hábitos sexuales en todo el mundo.

La forma de relacionarnos en una emergencia sanitaria y económica tan seria como ésta debe ser vista como excepcional y transitoria, para así salir realmente adelante, de forma prudencial.

Sin embargo, cuando me refiero a cambios en el relacionamiento no pienso en lo que estamos viviendo hoy, precisamente. Estos dos meses del virus en Chile han sido de improvisación diaria, a todo nivel, para tratar de seguir adelante. Obviamente la emergencia sanitaria nos superó a todos, ya que nunca nuestra sociedad se detuvo tan bruscamente.

Tampoco estoy pensando en esa “nueva normalidad” que tan peligrosa e imprudentemente están comunicando algunos gobernantes en el mundo, porque generan una falsa seguridad en la población sobre una pandemia que no está controlada. Aún no se conoce bien su comportamiento y, sobre todo, no tiene vacuna. Me parece un grave error denominar forzadamente, por decreto o por la prensa, como “normal” a la convivencia que hemos tenido que realizar estas pocas semanas. La forma de relacionarnos en una emergencia sanitaria y económica tan seria como ésta debe ser vista como excepcional y transitoria, para así salir realmente adelante, de forma prudencial.

Por supuesto, cuando el mundo salga de esta pandemia, tal vez dentro de un año o más, deberemos continuar nuestras vidas añorando a más de alguien que habrá fallecido por la enfermedad. Probablemente vivamos la angustia, la depresión y la ansiedad propia del estrés, del duelo, de duras recesiones económicas, del desempleo que aumentará, de la insolvencia y la precariedad.

Sin embargo, a pesar de este nefasto panorama, también hay lecciones que nos dejan las crisis y, si se aprovechan inteligentemente, pueden ser un revulsivo para avanzar en aspectos que se mantuvieron desatendidos o a los que no se les dio relevancia. Desde mi especialidad en derecho y tecnologías de información, quisiera destacar 7 cambios que podríamos asumir cuando volvamos realmente a una normalidad:

1. Biotecnología como foco de la inversión privada.

Esta pandemia ha demostrado que, pese a todo el desarrollo de la ciencia, ninguna potencia fue capaz de frenar a tiempo el Covid-19. Ante el surgimiento de nuevos virus sin vacunas y bacterias resistentes a los antibióticos, sin duda, la inversión en biotecnología tendrá que estar al centro de la investigación científica, como primera línea de defensa frente a estas amenazas. En nuestro caso, incluso puede ser una de las principales estrategias de desarrollo para Chile, para dejar de ser principalmente un exportador de materias primas y pasar a producir a partir del conocimiento científico.

No obstante, creo que, cuando llegue una nueva normalidad, el financiamiento de esa investigación científica deberá provenir exclusivamente del sector privado, ya que el Estado tendrá su foco en la reconstrucción económica. En ese sentido, el rol de las grandes empresas y las transnacionales deberá respetar un nuevo pacto social, en donde no se les permita lucrar con los resultados que se obtengan de la investigación. Se trataría de una manifestación del deber de responsabilidad social que les cabe, no solo en materia de generación de fármacos y vacunas, sino también en la mejora de alimentos, el manejo de residuos y la creación de combustibles sustentables.

2. Robótica al servicio cotidiano de las personas.

Los robots aéreos y terrestres han tenido un papel novedoso y muy importante en esta pandemia, ya que han permitido realizar labores que se ven dificultadas por la necesidad de aislamiento social que debemos seguir para evitar los contagios. Permiten desinfectar hospitales, el transporte público y otros lugares; tomar exámenes, detectar fiebre o problemas respiratorios; llevar alimento o medicamentos a personas en cuarentena; vigilar el cumplimiento de restricciones sanitarias y apoyar los trabajos cotidianos a distancia, por mencionar algunos ejemplos.

Por lo tanto, es evidente que el desarrollo de la robótica, junto con la inteligencia artificial, son una de las herramientas con mayor potencial beneficioso para las personas. De este modo, la nueva normalidad real que vendrá al terminar la pandemia tendrá que hacerse cargo de una mayor convivencia con robots, en actividades cada vez más cotidianas. Sin embargo, será necesario diseñar las políticas y reglas que permitan armonizar el uso de esas máquinas con los derechos de las personas y con las nuevas competencias laborales que se necesitarán para no agudizar más la crisis de desempleo que se espera.

3. Trámites públicos y privados digitales, flexibles y seguros.

Acá nos encontramos con una de las lecciones que pudimos prever desde hace muchos años y no lo hicimos bien. Chile reconoce valor jurídico a las actuaciones digitales desde 2002 y los distintos gobiernos han realizado varias iniciativas para automatizar trámites. Sin embargo, la gran mayoría de estas acciones ha sido a medias, manteniendo algunas etapas presenciales o unidas a requisitos que no se obtienen digitalmente. Además, no han existido políticas públicas eficaces para masificar la identidad digital, conservando el modelo de firmas electrónicas avanzadas y no las modalidades más seguras, accesibles e intuitivas que hoy ofrecen las tecnologías de firma.

Por esa razón, cuando nos tuvimos que enfrentar al aislamiento social tan bruscamente, fue necesario ingeniar soluciones para flexibilizar requisitos, firmar documentos y simplificar trámites por vía remota. Aun así, ha sido lamentable ver cómo algunas personas han debido llegar en masa a notarías y oficinas, poniendo en riesgo su salud, para realizar trámites ante órganos públicos e instituciones privadas que podrían haberse implementado hace años para hacerse en línea. Sin duda, cuando llegue una nueva normalidad deberá estar caracterizada por la tramitación completamente electrónica y segura, de todas las gestiones en que ello resulte factible.

4. Garantizar un derecho fundamental de acceso a redes digitales de calidad.

Obviamente, el punto anterior debe concretarse para toda la población. De lo contrario, la brecha social mantendrá las discriminaciones en el uso de la tecnología. Entonces, el nuevo pacto social que se construirá luego de esta pandemia tiene que garantizar un derecho fundamental de acceso a redes digitales para cada persona.

Durante años se ha trabajado por la conectividad y cobertura de las redes. Ahora es necesario profundizar en dos aspectos: Por un lado, en la construcción de contenidos de calidad, sobre utilidad pública, enseñanza, informativos, culturales y de entretención, en vez de aquellos que hoy se reciben por señal abierta de televisión, motivados por la mediocridad del rating. Y, por el otro, toda persona debe tener reconocido un derecho de acceso gratuito a esos contenidos, con calidad mínima garantizada, sea desde dispositivos personales particulares o a través de recursos facilitados por el Estado para la población que carezca de ellos.

5. Uso intensivo de teletrabajo y enseñanza a distancia.

En estos días el teletrabajo ha sido un verdadero privilegio de algunos pocos que hemos podido mantenernos a resguardo, trabajando desde casa sin temor a ser despedidos, ni a exponer la salud de nuestras familias. Eso sí, no todos han podido rendir correctamente cuando las condiciones en que lo hacen no permiten separar espacios y tiempos para el trabajo, la familia y el descanso. Sin embargo, ha pasado la prueba de fuego en muchos tipos de empleo, validándose como una opción legítima, eficiente y beneficiosa, no solo para tiempos de crisis.

Como lección podemos sacar que el teletrabajo tiene que ser impulsado en las organizaciones públicas y privadas, para todas las actividades y funciones que pueden conciliar el cumplimiento de objetivos con esta modalidad. Eso sí, es necesario aprender a teletrabajar, porque demanda un orden y disciplina distinto a la rutina presencial. Además, necesita la habilitación de espacios particulares o en telecentros para realizarlo, en donde no se mezclen los roles y escenarios personales con los laborales.

Del mismo modo, la docencia y la actividad académica tienen que aceptar las herramientas de educación a distancia como un complemento importante para la cátedra presencial. Para ello es imprescindible, más que una plataforma tecnológica, un profundo cambio metodológico de los profesores. No se trata de pasar las clases presenciales a un video o entregar lecturas para que estudien los alumnos por su cuenta. Es un reto diferente para la enseñanza, tremendamente útil, en la medida que se genere un relacionamiento muy cercano con los estudiantes. Por eso creo que se deberán implementar nuevas metodologías de uso habitual para cuando llegue una nueva normalidad, en donde la distancia realmente no sea la física, sino la que diseñe el educador con su forma de enseñar.

6. Control a la transparencia de la información oficial.

En un mundo que se está habituando a la postverdad y a la manipulación de datos, sea por los medios de comunicación o por las propias autoridades, es fundamental garantizar el control institucional y ciudadano a la información oficial que se transmite durante momentos de crisis como la que vivimos. Por ejemplo, hay países que no han sido claros y transparentes con la comunidad. Se entregan cifras oficiales que no pueden ser validadas por organismos independientes y especializados, y se toman decisiones con impacto directo en temas sanitarios, sin consultar a los médicos.

Dado el riesgo para la población que implica ese estilo de gobernar, el nuevo pacto social que se construya al llegar una normalidad real debería aumentar el control hacia las autoridades, exigiéndoles mayor transparencia en casos de crisis. Por ejemplo, podría intervenir inmediatamente en las mesas de trabajo gubernamental un ente autónomo de control, que sirva como freno ante posibles manipulaciones de cifras y que sea garante de la participación deliberativa de los representantes de la sociedad civil especializada. Sería una forma de legitimar las decisiones frente a crisis tan serias como una pandemia y de escuchar la demanda social.

7. Privacidad por diseño en aplicativos que recolectan datos personales.

Finalmente, otra lección que nos deja la pandemia, a propósito de la aplicación móvil Coronapp, se refiere a la recolección de datos personales, en especial, si son sensibles, como en el caso de los referidos a enfermedades. Obviamente existen circunstancias extraordinarias en las que prima el interés público por contar con datos de salud, por ejemplo, para contener una enfermedad tan contagiosa como el Covid-19. En este caso, los datos resultan esenciales para analizar el fenómeno, planificar las acciones a seguir y evaluar los resultados.

Sin embargo, el pretexto de circunstancias extraordinarias no es suficiente para que el Estado o el sector privado recolecte datos personales sin ofrecer garantías mínimas de transparencia sobre el correcto uso que darán a la información. En ese sentido, sinceramente espero que al finalizar la pandemia, sí sea normal el desarrollo de aplicaciones de recolección y tratamiento de datos personales en donde la privacidad se garantice desde el diseño, es decir, venga configurada por defecto.

Como corolario de todo lo anterior, estoy convencido de que una tragedia mundial, como es una pandemia, igualmente permite, al salir de ella, construir un nuevo orden y no necesariamente negativo, sino distinto. Surgirán nuevas prioridades y, tal vez, entre ellas aparezcan las que menciono, ya que durante mucho tiempo se relegaron a las aulas y a los debates académicos, pero durante esta crisis han demostrado la importancia práctica que tienen.

Mientras tanto, me quedo con una frase del poeta Horacio, por lo certera que resulta para este momento:

Todo lo que no se puede cambiar es duro, pero se vuelve más ligero gracias a la paciencia”.
 
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