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Rodolfo Herrera Bravo

Recordando a Bauman y su mirada sobre redes sociales


Zygmunt Bauman, filósofo polaco, agudo pensador y crítico de la sociedad de consumo individualista y privatizada; padre de la idea de una modernidad líquida en la que nada permanece y todo es fugaz, incompleto o no está definido; conciencia moral del precariado en que está subsumida la clase media; ha fallecido hace un par de días.

Creo que estas son las noticias que nos regalan la oportunidad de crecer, de contar con un instante de lucidez, fuera del letargo en que nos envuelven los medios de comunicación diariamente. Claro, es un breve lapso para preguntar quién era este señor y, sobre todo, para conocer algunas de sus reflexiones.

Muchas de sus ideas me han parecido sumamente claras y asertivas para dar una explicación a la forma en que convivimos hoy en día. En particular, he querido compartir unos breves comentarios que me evocan sus reflexiones sobre las redes sociales (pueden leer la siguiente entrevista original aquí). A ver qué opinan ustedes, también:

1. Individualismo y modernidad líquida.

Bauman plantea que vivimos en una modernidad líquida, ya que todo lo que era sólido (como nuestras creencias, nuestros acuerdos o nuestros valores, por ejemplo) ahora se ha licuado. Ahora solo son creencias fugaces, acuerdos temporales o valores incompletos. Ya no nos comprometemos mutuamente, por lo que aparece un individualismo que corroe el concepto de ciudadanía.

¿Será por eso que hoy es tan simple, desde el punto de vista moral, dejar un comentario agresivo y absoluto en twitter o en un blog, contra cualquiera que piense diferente?

Basta con revisar los comentarios que se escriben en los diarios digitales. Me ha resultado muy difícil encontrar opiniones con altura de miras sobre una noticia, ya que lo que más veo seguido son insultos recíprocos, maniqueísmo y prejuicios.

Esa ligereza y facilidad para agredir en redes sociales tal vez obedezca a una falta de compromiso con las palabras que se dejan escritas, que se arrojan en Internet para luego salir corriendo, sin responsabilidad alguna. Nuestro individualismo en Internet a ratos olvida nuestro compromiso social con el respeto hacia el otro que es o piensa diferente.

2. La crisis de la democracia es el colapso de la confianza.

Hoy se cree que los líderes, además de corruptos, son incapaces. Claro, como la política no tiene el verdadero poder en esta sociedad neoliberal de consumo, el Estado-nación –y sus gobernantes- ya no son capaces de ofrecer respuestas.

¿Será por eso que hoy se utilizan las redes sociales como espacio para la protesta –e incluso para organizar el hacktivismo-; como un canal para una opinión pública crítica más espontánea; como un arma para demandar mayor transparencia?

Y no me refiero a la opinión pública que difunden los medios de comunicación cuando construyen las noticias de acuerdo a los intereses de quienes los controlan, sino a una opinión más democrática, aunque mucho más individualista, particular y poco cohesionada.

Es el tipo de opinión pública que lleva a inspirar los movimientos ciudadanos de gente indignada con la calidad de la educación, con el sistema de pensiones, con la desigualdad económica o con la intolerancia, entre otros temas.

Sin embargo, el mismo Bauman critica el alcance que pueden tener las redes sociales como instrumentos de protesta. Los grandes cambios no se logran gracias al “activismo de sofá”, realizado cómodamente frente a un dispositivo o a través de un ingenuo “me gusta” tu protesta.

Es más, hoy las redes sociales son las herramientas que los gobiernos, en democracia o en dictadura, utilizan para identificar a sus disidentes, para medir su temperatura y tomar acciones (con lo amplio que signifique esa palabra). Es decir, el mismo instrumento para la protesta conlleva, sin grandes dificultades, una cibervigilancia prácticamente auto-infligida.

3. Las redes sociales son una trampa.

Bauman nos advierte que en las redes sociales, donde todo es más fácil, existe el costo de perder el arte de las relaciones sociales y la amistad.

Hoy, la identidad nos exige crear nuestra propia comunidad. Sin embargo, ella no se crea, sino simplemente se tiene o no. El problema surge cuando confundimos la comunidad con la red social.

Bauman señala que la diferencia entre la comunidad y la red es que tú perteneces a la comunidad, pero la red te pertenece a ti. Así, puedes añadir algunos amigos y borrar otros, puedes controlar a la gente con la que te relacionas en Internet. De esta forma, las redes sociales nos dan un paliativo frente a la amenaza de la soledad y así nos sentimos mejor.

No puedo negar que es agradable distraerse en una red social y que resulta útil para retomar vínculos con personas que hemos dejado de frecuentar, para enterarnos desde un rincón como espectadores sobre sus vidas, para que sepan de nuestra existencia y para organizar nuestras instancias de conversación. Sin embargo, también es casi dramático advertir que solo tu mamá te llama en tu cumpleaños, ya que el resto te felicita a través de las redes sociales, si y solo si, te mantienes en ellas.

Muchos confunden la cantidad de amigos en redes sociales con nuestras habilidades sociales. Los amigos se pueden añadir con la simplicidad de un clic, incluso hay quienes compran seguidores, pero para eso no se requiere habilidad social, que es lo sólido que se pierde en la cultura de modernidad líquida.

Quienes somos de la generación X –nacidos entre 1960 y 1984-, podemos comprender desde la experiencia, cuando Bauman dice que las habilidades sociales se desarrollan en la calle, cuando te encuentras con las personas con quienes tienes que tener una interacción razonable y, sobre todo, cuando enfrentas dificultades que te exijan involucrarte en un diálogo. Algo que para los millennians es mucho más difícil de vivir, si confunden la comunidad con la red social.

Las redes sociales no enseñan a dialogar, porque el diálogo real, según Bauman, no es hablar con gente que piensa lo mismo que tú. Sin embargo, en las redes sociales es muy fácil evitar la controversia, ya que invita a encerrarse en zonas de confort, donde el único sonido que se oye es el propio. Chateamos con quienes nos interesa y, de hecho, si llegamos a discrepar con alguien, solemos manejar mal las discusiones a distancia.

Desde esa perspectiva, la utilidad de las redes sociales y la comodidad que nos ofrece pueden encerrar una trampa para vivir en sociedad.

En síntesis, hace unos días se ha apagado la vida de un valioso pensador, quien nos ha regalado perspectiva para el diálogo sobre cómo vivimos en esta modernidad.

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