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  • Rodolfo Herrera Bravo

Seguridad o Privacidad en Internet: ¿una elección de Estados Unidos?


(Opinión publicada en junio de 2013)
El escándalo sobre el espionaje estadounidense a los usuarios de Internet, abre el debate sobre la legitimidad de acciones que, por seguridad, afectan derechos de la mayoría.
La historia reciente de Estados Unidos está llena de contradicciones. Una muestra de ello es la fuga de información confidencial recientemente ocurrida en el Departamento de Defensa, a través de la cual quedó expuesto ante el mundo parte del sistema de inteligencia estadounidense. Lo contradictorio es la forma en que ello ocurre, pensando en el tipo de órgano afectado y el secretismo de sus acciones, ya que no fue necesario un complejo ataque informático o un hacking externo. Simplemente bastó que uno de sus trabajadores –Edward Snowden- saliera de su oficina portando un pendrive con archivos clasificados sobre PRISM.

PRISM

Como hemos sabido, PRISM es un programa que permite a la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos acceder a datos personales almacenados en servidores de grandes empresas de tecnología, concretamente Microsoft, Yahoo!, Google, Facebook, PalTalk, Youtube, Skype, AOL y Apple. Gracias a esta herramienta el Gobierno estadounidense puede aplicar su Ley de Vigilancia de Inteligencia Extranjera (FISA) obteniendo información relativa a extranjeros situados fuera de Estados Unidos, a través de la recolección de gran cantidad de datos provenientes, entre otros, de servicios de correo electrónico, redes sociales, chats, videos, fotos, datos almacenados y transferidos, sin necesidad de autorización judicial. Aunque estas empresas negaron inicialmente su participación, al poco tiempo reconocieron que accedían a las peticiones de autoridades gubernamentales de Estados Unidos. Obviamente como se han dado las informaciones oficiales, creo que el número debe ser bastante mayor, pero hasta ahora se ha revelado, por ejemplo, que en seis meses Yahoo! ha recibido 13.000 solicitudes de datos; Microsoft ha reconocido que las peticiones han afectado a 32.000 usuarios; y Facebook ha declarado cerca de 10.000, afectando 19.000 cuentas. A partir de este escándalo –que viene a evidenciar un secreto a voces-, queremos compartir algunas reflexiones. 1. ¿La gravedad la determina la cantidad? Microsoft y Facebook plantearon que el espionaje “sólo afectaba a una pequeña fracción de sus usuarios”, lo cual es cierto si las cifras declaradas fueran reales, considerando el universo global de cuentas que administran. Sin embargo, eso desvía la atención, porque la gravedad no está dada por la cantidad, sino por el hecho en sí mismo. Si un gobierno intercepta comunicaciones secretamente, está ignorando los derechos que dice garantizar y para que eso ocurra no es necesario un número mínimo de afectados. Es un razonamiento similar a un homicidio: ¿si alguien mata a una persona, es menos grave que el que mata a 5 o a 10? Yo creo que la gravedad del hecho es la misma, aunque el impacto mediático sea distinto. 2. ¿Por qué evadir el control judicial? Se señala que PRISM es capaz de obtener la información directamente desde los servidores de las empresas. Otros hablan de “solicitudes” gubernamentales que las empresas responden (y que algunas, incluso, se rechazan). Sin embargo, se olvida que lo que está en juego es la comunicación de datos personales a terceros sin consentimiento y ni siquiera conocimiento de sus titulares. Por supuesto, ese principio tiene excepciones para investigar delitos, pero para ello un sistema democrático exige ciertas garantías que nos protejan de la arbitrariedad de las autoridades. La más básica de ellas es el control de legalidad de la medida que restringe derechos de las personas, la cual requiere una autorización judicial previa, garantía que se estaría omitiendo con este sistema de espionaje. 3. Internet es trazabilidad no anonimato Efectivamente la configuración técnica de Internet y de los servicios de comunicación desde los cuales se captan estos datos no permite exigir un anonimato. Es más, existe un legítimo interés público por evitar que el ciberespacio sea el refugio de nuestros peores males como sociedad. Sin embargo, debe ser ejercido con mayor equilibrio y no como lo hace el sistema de inteligencia estadounidense, ya que arrasa con los derechos fundamentales. Además, en ese contexto, la seguridad parte en cada uno al asumir que Internet no es para guardar secretos o datos de los que luego nos arrepentiremos. El derecho al olvido, a borrar mi historia narrada en el ciberespacio está lejos de nuestro control. Si no, recordemos que el propio creador de Facebook considera “idiotas” a los usuarios de esta red social por la cantidad de datos que suben voluntariamente. 4. ¿Se justifica espiar preventivamente? Sin duda el temor está en el ADN de Estados Unidos. El terrorismo es una amenaza constante, aunque también una justificación para casi cualquier exceso. En este caso tal vez nos podrían convencer de los beneficios del espionaje si nos ofrecieran un mundo más tranquilo, pero en realidad lo veo como otra expresión de violencia. Para un estadounidense inmerso en una cultura del miedo a los extranjeros, el monitoreo oculto de comunicaciones personales podría ser la respuesta que evite que un atacante solitario instale una bomba en un maratón o dispare al interior de un cine o en una escuela. Pero para legitimarlo debería ser transparente su real grado de eficacia, su tasa de errores y conocer los abusos que deben experimentar quienes son calificados como potenciales delincuentes. Además, se rompe un principio básico del Derecho ya que éste regula conductas, no pensamientos o intenciones que no se exteriorizan. Por esa razón, ese espionaje preventivo me recuerda la película Minority Report, en donde se condenaba a quienes iban a cometer un delito antes que ocurriera, si unos psíquicos lo soñaban. ¿PRISM permitirá al FBI ser esa policía del pre-crimen? Al menos en la película el sistema no funcionaba. En resumen, creo que la decisión de vivir en mundo global donde las comunicaciones personales puedan ser espiadas arbitrariamente por ciertas autoridades, en la medida que enarbolen la seguridad de un grupo, no le corresponde tomarla al espía, al Gobierno de turno y menos a un grupo de empresas y organismos militares o de inteligencia. Bien lo explica Benjamin Franklin –y es otra muestra de contradicción de lo que realiza el sistema de inteligencia estadounidense- cuando advierte que “aquellos que pueden dejar la libertad esencial por obtener un poco de seguridad temporal no merecen ni libertad ni seguridad”. Estoy convencido que esa es, todavía, una decisión ciudadana, porque afecta el paradigma sociopolítico de respeto y garantía de derechos fundamentales, conquistado en la historia reciente de la humanidad.

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